Binvenido a mi laboratorio.

"La ciencia no nos ha enseñado aún si la locura es o no lo más sublime de la inteligencia."

miércoles, 13 de julio de 2011

Lo que es la opinión de uno...

Estado de entrada: Solida

(...) Esta es mi opinión, pero no por ello la visión que tienes de tu mismo pierda su valor y relevancia. Somos distintos, y eso es lo que no hace a la vez tan parecidos.

¿Puede decirse, que a esta altura de tu vida, ya haz alcanzado lo que todos conocen como” éxito personal”? No, yo no lo creo. Cumpliste roles y enfrentaste situaciones, si, pero aun no terminaste de coleccionar “momentos”, “vivencias” o “etapas”, o como quieras llamarlos…

El vaso esta aun medio lleno.

Como lo hablamos hace un par de días: no te acordaras de los recuerdos más “importantes”, o que vos creas que son imprescindibles hacerlo, sino de aquellos que son palpables en su viveza, mundanos en su significado y bajos de perfil, y que al final de cuentas se convierten (algún día podré dar una explicación psicológica del porque) en olores intensos, imágenes a todo detalle, expresiones faciales, risas, el porque de esas risas y algún que otro personajes errante que no aporto muchas razones para estar en tu lista…

Sigamos sumando color a los momentos, que la vida los necesita.

¿Que vas a recordar el día de mañana?, nadie lo sabe con seguridad. En el recorrido, de alguna manera nuestros corazones sacan fotos que después de muchos años nos arrancan una sonrisa o llanto cuando las vemos. Hay una foto que si quiero que recuerdes, y es la imagen aproximada que tengo de ti; aproximada porque no hay pluma y papel que pueda ser testigo realmente de lo que un hijo siente por su padre...

Este es, nuevamente, el trabajo del corazón.

Yo veo un hombre que se divide en dos, y aquí juguemos con la fantasía y la metáfora que esta esgrime: alto, con cuatro brazos para levantar con rapidez a quien caiga. Cuatro ojos, dos al frente para ver el camino que recorres y dos atrás para cerciorarte que los que te siguen lo hacen por el recorrido de tus huellas y no se pierdan. Dos piernas firmes para correr en socorro de alguien quien lo necesite…

Aunque ello te desvíe de tu propio sendero.

Pero por el otro lado veo un hombre que apenas tiene sus dos brazos, dos ojos cansados de ver, y dos piernas enclenques de tanto usarlas. Un hombre que si no fuera por su otro “yo” no estaría en primera fila de personas al que daríamos el único salvavidas en caso que se hunda el barco. Muchas veces fuiste el bote y el aire que lo infla para mantenernos a flote; es por eso que el día que tengas que cruzar tu el río para llegar a la otra orilla, sabes que al menos yo te llevaría en mi hombros si es necesario. Y disfrutare en todo momento de ello…

Es tiempo de retribuir.

Yo no necesito verte vestido de verde, con tu gorra y tus hombreras de estrellas doradas, después de todo la verdadera mascara es nuestra propia piel, desnuda, sin nada que la cubra, mostrando solo las cicatrices, rasguños, quemaduras y arrugas que la vida misma esbozo encima como si fuera un lienzo. El lienzo como el diario personal, que da fe de la adversidad de luchas, caídas y esfuerzos de batallas perdidas y ganadas…

“Al fin y al cabo un diamante solo es un pedazo de carbón que ha aguantado la presión”.

Para mí ya eres el mejor ejemplo a seguir, así como estas, en donde estés, y sin importar que elijas ser. Te quiero mucho Viejito, y espero que esta carta ilumine un poco mas tu día, porque de ser así, ya habré cumplido con mi cometido…no te preocupes por el mío, porque ya se ilumino, con solo ver lo grande que puedes ser y lo bien que me hace sentir el saber que eres…

Gracias a Dios,

Mi Padre. (...)

jueves, 10 de marzo de 2011

'La mayoría de la cantidad de las veces"...amor.

Estado de la entrada: LIQUIDO

Esta es una simple reflexión que surgió de una de mis capacidades: el ser muy observador conmigo mismo. Se puede aplicar a mí, a vos, a ellos y ellas. Al fin y al cabo es el mismo denominador común…

En realidad, es sorprendentemente fácil conseguir dinero y fama. Solo conlleva voluntad y suerte mezclada con el azar. Una vez que estamos rodeados de toda esa empalagosa burbuja de azúcar que es lo material, nos sentamos a pensar en nuestros caros sillones de cuero y deducir, como por primera vez en nuestras vidas, que estamos solos en esa burbuja. Demasiada “dulzura” para una sola persona. Solos allí dentro nos enloquecemos y odiamos todo lo que habíamos acumulado. Sentimos algo insignificante al final del día que como campanilla navideña termina retumbando hasta lo más profundo del alma, haciendo eco en todo el cuerpo. ¿Porque esas cosa no hablan y devuelven nuestras suplicas?, ¿por qué se quedan ahí paradas tal cual las retiramos del mostrador donde las compramos sin al menos tener la virtud de suspirar con nosotros?, ¿por qué nos sentimos tan vacios?, ¿tan enanos?, ¿tan doloridos por ese hueco en el pecho? La respuesta es, también, sorprendentemente fácil, pero con las diferencia de que es incomparable, impredecible.

Amor. Si, ese tema cliché tan rematado por revistas, películas, libros, obras de teatro, canciones y quien sabe que otra docena de medios artísticos. Pero, ¿no hay acaso una razón por la cual el Amor se manifiesta una y otra vez en el escenario, la guitarra o el lienzo? Supongamos que la hay, y que tenemos una idea de ella. La gente degusta de deseos sobre el Amor, desean volver a tenerlo, piensan en hacerlo o planean para más adelante con quien compartirlo. De algún u otra manera este hermoso y a la vez siniestro sentimiento remueve un mar de emociones salvajes dentro nuestro. Inunda el hogar hasta reducir todo objeto a su mínima expresión, a lo que solo es, quedando El cómo única decoración. Es hermoso ya que al estar presente anona la mente de sonrisas involuntarias, como una marioneta pendiendo de sus hilos. Acelera el pulso de nuestro corazón cuando nos llega un mensaje de texto o cuando vemos al Otro a una cuadra de distancia caminando hacia nuestro encuentro. Las piernas nos flaquean. Nerviosos, ponemos nuestras manos en los bolsillos, las sacamos, nos arreglamos algo de la ropa, miramos hacia los costados tratando de simular confianza. Se acerca cada vez más, ¿qué hago?, ¿un beso en la mejilla, en los labios, un abrazo, fuerte o suave?, no interesa, ya nos delatamos, igual como lo hace la risita nerviosa que se nos escapo. Sueños, pasión, lujuria…a flor de piel.

Las sabanas de la cama se vuelven seda al tacto cuando estamos tendidos allí. En medio de la noche, extendemos nuestros dedos hasta alcanzar los suyos. La piel esta tibia y viva. Suave y tersa. ¿Qué más puede uno hacer si no es vestirse con ella? No hay lugar que no hayamos besado…o mordido segados de deseo. ¿Sigue siendo de noche o es ya de día? No interesa. El tiempo no tiene importancia, solo su rostro como un sello que se estampa una y otra vez en nuestros ojos a cada parpadeo.

Pero, ¿qué sucede cuando el Amor ya no está? Todo se vuelve siniestro. El mundo entero lo hace. Las cosas que habíamos comprado y de las cuales tanto habíamos alardeado se burlan de nosotros, se ven más horrendas que nunca. La cama ya no es cómoda seda de reposo, la ducha no es lo suficientemente caliente y el celular último modelo nos insulta con su silencio macabro. Agarramos el aparato, lo abrimos, buscamos en los contactos, y devoramos con la vista el nombre del Desamor. ¿Qué hago? ¿Llamo?, ¿mando un mensaje?, ¿lo borro? ¿Llamo y cuelgo y después lo borro como si ello significara una señal de teatral despedida? Y justo en ese instante, TILIN TILIN!, mensaje de texto que tiembla en nuestras manos machacando los nervios. El corazón se nos reventó y casi lo escupimos por la sorpresa. Desilusión, era alguien más preguntando por cosas que ya ni te importan. Desolados, arrojamos el teléfono a alguna esquina polvorienta y pensamos “no lo mirare mas, pase lo que pase, no lo tocare. Lo destruiré si es necesario”. Nos dejamos caer en el sillón. Lloramos, y mucho. La presión era demasiada para nuestros ojos y las lágrimas venenosas pero reconfortantes anestesian nuestro rostro sin expresión del cual sus hilos cuelgan hasta el suelo. La angustia en el pecho es intolerable, asfixiante. Parece haber un insecto que quiere hacerse camino rasgando piel, hueso y corazón con la idea de hacer un nido allí e incubar sus huevos. ¿No era acaso este bicho una mariposa que sentíamos en el estomago?, puede ser. Corremos desaforados a recoger el celular que con una sonrisa maliciosa nos llama desde el suelo. A una velocidad alarmante marcamos “LLAMAR”: TUUU, TUUU, TUUU, TUUUUUUUUU. Nada. Que siniestro el amor. Nos seduce de manera tal que cuando lo perdernos nos deja el gusto amargo de una obsesión que, irónicamente, esperamos al tiempo jugar el papel del olvido. Ahora si es importante. Que pasen las horas lo más rápido posible y los meses y los años si es posible! Sumirse en el letargo hibernal, como una criatura que el invierno venció. ¿Y dónde está el inmundo bicho que perforaba los últimos vestigios de alegría de cual nos aferrábamos? Desapareció, no sin antes haber infectado nuestras venas con experiencia, aunque mal nos pese. Frustración, ostracismo, dolor…

Las sabanas están ásperas y frías. La cama es enorme, ni los bordes pueden verse a causa de la poca luz. Extender los brazos y piernas es en vano. No hay nadie más que tú en la inmensidad del lecho. Una noche sin luna. Nos frotamos los rostros como queriendo cambiarlo en el de alguien más. Nos odiamos. Nos sentimos feos. No lloramos, solo buscamos hipnotizados algo en la habitación que tenga la respuesta a todo. Obvio, no hay tal objeto…no hay alma en ellos.

PIN!, esa lamparita imaginaria se prendió encima nuestras cabezas. ¿Quién era aquel, que cuando el insecto asesino nos atacaba el pecho, mando un mensaje? Un amigo. Un amor distinto a lo anterior. Uno leal. ¿Quien dice que este amigo vio desde la lejanía las antenas del bicho amenazándonos? Quiere escucharnos y abrazarnos tratando de llenar el hueco sangrante del pecho. Para ellos siempre hay espacio suficiente para alguien. Hay que dejarlos entrar. Ellos serán los albañiles que ladrillo a ladrillo volverán a levantar el muro que el Desamor sacudió hasta el derrumbe. Ellos ataran nuevamente los hilos a nuestros labios para poder volver a sonreír. Ellos nos quitaran el impulso para no caer en la obsesión de sumergirnos en el pasado que ya nos turba. Ellos te harán reír, así puedes tu hacerlo de cuan chica la cama es. Ellos harán que dentro de ti vuelvan a nacer mariposas, listas para encontrar otra flor donde posar. No caer nunca en la derrota. No perder la esperanza de volver a sentir.

jueves, 10 de febrero de 2011

¿Vamos al cine?

Estado de la entrada: GASEOSA -

Nota previa: la realización de este relato no tiene como objetivo ofender, dañar, corromper, influenciar, excitar ni atacar a cualquiera que lo lea y se sienta identificado con lo escrito (problema de ustedes), sino de expresar lo pensamientos y sentimientos del personaje (naturales y justificados en su razón) que sintió en un mal sábado solitario a causa de una repentina sensibilización de su alma hacia situaciones ajenas a su vida en ese momento. Gracias.

¡Advertencia!

Este relato contiene excesiva violencia, discriminación, xenofobia, odio, alto contenido sexual (ahora si quieres seguir leyendo) y por sobre todo mucha, pero mucha, demencia.

Llegue a la sala que estaba prácticamente vacía, y cuando vi la ausencia de personitas inmundas me emociono (dentro de lo que puede llamarse emoción en una mente cargada de tanto odio). Subí las tan limpias y entupidamente perfectas escaleras alfombradas y tome asiento en mi lugar designado. Puse lo pies encima del respaldo que tenia al frente y a continuación me puse los lentes para ver mejor a quienes entraban y regocijarme en pensamientos morbosos relacionados con cuchillos, sierras, y algún que otro veneno que podría llegar a usar contra ellos sin razón alguna.

La sala fue llenándose poco a poco, la mayoría eran parejitas de las cuales los hombres ocultaban sus insinuantes miradas a sus musas con gestos de caballero. Sus miradas eran algo así como: “que ganas que te tengo”, “Oh si, me gusta como metes los pochoclos en tu boquita” o “desearía ser la pajita de tu coca-cola” y en entre otras.

Los avances de la película se proyectaron y las luces se atenuaron un poco. Eso me alivio, puesto que tenía ganas de ver la película que prometía suspenso, terror, nervios, sadismo, desamparo, tristeza, esquizofrenia, y otros reconfortantes sentimientos. Que lindo…hasta que una parejita de acarameladitos se sentaron a mi derecha, a mi izquierda dos chicos medio subiditos de peso, con gafas grandes que enmarcaban sus caritas salpicadas de granitos hormonales y otros dos mocosos a mis espaldas.

La película comenzó con normalidad, pero no fue hasta la mitad del morboso largometraje que comenzó mi irracional (o talvez no) incomodidad causada por los cuatros personajes anteriormente detallados. Comencemos por los freaks de anteojos y rulitos. ¿De que mierda hablaban durante una película de terror?, yo les diré: de…superhéroes!, claro, los redonditos evidentemente leían muchos cómics de cada boludito que se ponga una capa y salve a una dama en apuros por algún villano pedorro con cara de no haber cagado por dos semanas. Ah, y me olvide de aclarar que no paraban de engullir un pote de helado más grande que sus propios cerebros (juntos) y el olor a dulce de leche y chocolate me asqueaba hasta tal punto que casi les vomite obre sus notorias pancitas. Por momentos no entendía de que hablan, pero no dudaría en pensar que discutían que logo de superhéroe tatuarse en la nalga (supongo que tenia que ser uno de considerable tamaño) una vez finalizada la película.

Los que se encontraban detrás de mí he de suponer que eran dos chicos, pero la voz de uno eran tan aguda, y hablaba tan inaguantablemente rápido, que me dio la sensación de ser mujer (sin ofender a la que lea esto). En un momento de la película apareció una serpiente que amenazaba con inyectar su mortífero veneno en el expuesto y desesperado personaje, y esto causo una catarata de explicaciones biológicas y químicas sobre el anfibio por parte del hombre/mujer parlante del asiento de atrás. Le gustaban las ciencias naturales aparentemente. Sus comentarios eran algo así como: el efecto del veneno, que clase de víbora era (¡¿a quien carajo le importa?! son todas la misma porquería rastrera), el nombre en latín de dicho animalito y otra sarta de pelotudeces que no capte por la gran capacidad poco común de recitarlas en un tiempo record para las cuerdas vocales de la especie humana. Amen.

La pareja, que parecían haber salido de una novela romántica barata de un escritor sexualmente frustrado, fue el plato fuerte de la noche. De sus besitos, caricias y cursis “te amo”, “que linda sos”, “me gusta tu cuello” o “me gusta tu….” emanaba un aura de tanto amor, tanta ternura y tanta felicidad que literalmente me revolvió el estomago, los intestinos y hasta la ganas de seguir viviendo. Hasta ya podía sentir mi lado derecho quemarse con esa…cosa…llena…de…tanta… alegría. Y el ruido del besuqueo!, estoy convencido que mi perra hizo menos ruido al lamer sus cachorritos cuando los parió. Pero no, estos daban la impresión de que fueran a tragarse mutuamente, con ropa y todo. No fue hasta que gire mi cabeza noventa grados a la derecha, mire fijamente a los ojos de extasiada muchacha, y le dedique mi más asesina mirada de desprecio conocida hasta la fecha, que finalmente se callaron y dejaron de lamerse mutuamente Funciono por un rato, pero luego, la muy tenaz, contraatacó con un cuestionario que ponía en manifiesto su coeficiente intelectual al estilo Dora la Exploradora: “hay, no entendí”, “hay gor, ¿ me explicas?”,”mi amor, ¿vos que harías en esa situación?”. Tuve el impulso de responderle, pero no hubiera aguantado después las ganas de rociarle los ojos con aerosol de pimienta y arrojarla escaleras abajo con noviecito y un diccionario para que aprenda a leer los subtítulos de las películas (si sobrevivía a la caída claro). Me limite en concentrarme a suprimir la parte de mi cerebro que me instaba a levantarme del asiento, tomar cualquier arma de fuego y acribillar a todos mientras gritaba como un musulmán poseído por el mismo Ala, salpicando baba y aterrorizando con mis ojos saltones inyectados de sangre.

Gracias a Ala la película termino con un final de porquería y la gente comenzó a irse. Los gorditos de al lado se levantaron con menos reflejos que una babosa y bajaron tambaleándose con el resto. La libidinosa pareja se alejo con tiernos besitos en los lugares mas inhóspitos y el/la chico/a de tras se unió a los espectadores hablando y agitando las manos sin parar a su amigo que ya mostraba serio deterioro mental y al borde del suicidio (me lo imagine tirado en suelo después haberse volado los sesos y con una nota ensangrentada que decía: “no lo soportaba mas”).

Me retire del lugar tan rápido como si el mismísimo diablo estuviera persiguiéndome con un boleto de ida al infierno en sus garras. Llegue a mi casa, me arroje a la cama, cerré los ojos, amaneció, los bellos pajaritos cantaron, me levante, mire por la ventana y sonreí. Era un bello día, no había razones para seguir sintiendo celos, porque la próxima vez que vaya al cine será diferente. Y vivieron todos horriblemente felices para siempre. Fin (no podía terminar todo tan mal…salvo por el amigo del charlatán, seguro que se tiro debajo de un camión).

Referencia Bibliográfica:

Sigmund Freud, “estudios sobre la histeria”, tomo 1, Obras completas.

Stephen King, “El Pasillo de la muerte”

Referencia cinematográfica:

El Resplandor, Titanic, Scary Movie, Psicópata Americano, todas las de El Juego del Miedo, y el resto de las películas de terror.