Estado de entrada: Solida
(...) Esta es mi opinión, pero no por ello la visión que tienes de tu mismo pierda su valor y relevancia. Somos distintos, y eso es lo que no hace a la vez tan parecidos.
¿Puede decirse, que a esta altura de tu vida, ya haz alcanzado lo que todos conocen como” éxito personal”? No, yo no lo creo. Cumpliste roles y enfrentaste situaciones, si, pero aun no terminaste de coleccionar “momentos”, “vivencias” o “etapas”, o como quieras llamarlos…
El vaso esta aun medio lleno.
Como lo hablamos hace un par de días: no te acordaras de los recuerdos más “importantes”, o que vos creas que son imprescindibles hacerlo, sino de aquellos que son palpables en su viveza, mundanos en su significado y bajos de perfil, y que al final de cuentas se convierten (algún día podré dar una explicación psicológica del porque) en olores intensos, imágenes a todo detalle, expresiones faciales, risas, el porque de esas risas y algún que otro personajes errante que no aporto muchas razones para estar en tu lista…
Sigamos sumando color a los momentos, que la vida los necesita.
¿Que vas a recordar el día de mañana?, nadie lo sabe con seguridad. En el recorrido, de alguna manera nuestros corazones sacan fotos que después de muchos años nos arrancan una sonrisa o llanto cuando las vemos. Hay una foto que si quiero que recuerdes, y es la imagen aproximada que tengo de ti; aproximada porque no hay pluma y papel que pueda ser testigo realmente de lo que un hijo siente por su padre...
Este es, nuevamente, el trabajo del corazón.
Yo veo un hombre que se divide en dos, y aquí juguemos con la fantasía y la metáfora que esta esgrime: alto, con cuatro brazos para levantar con rapidez a quien caiga. Cuatro ojos, dos al frente para ver el camino que recorres y dos atrás para cerciorarte que los que te siguen lo hacen por el recorrido de tus huellas y no se pierdan. Dos piernas firmes para correr en socorro de alguien quien lo necesite…
Aunque ello te desvíe de tu propio sendero.
Pero por el otro lado veo un hombre que apenas tiene sus dos brazos, dos ojos cansados de ver, y dos piernas enclenques de tanto usarlas. Un hombre que si no fuera por su otro “yo” no estaría en primera fila de personas al que daríamos el único salvavidas en caso que se hunda el barco. Muchas veces fuiste el bote y el aire que lo infla para mantenernos a flote; es por eso que el día que tengas que cruzar tu el río para llegar a la otra orilla, sabes que al menos yo te llevaría en mi hombros si es necesario. Y disfrutare en todo momento de ello…
Es tiempo de retribuir.
Yo no necesito verte vestido de verde, con tu gorra y tus hombreras de estrellas doradas, después de todo la verdadera mascara es nuestra propia piel, desnuda, sin nada que la cubra, mostrando solo las cicatrices, rasguños, quemaduras y arrugas que la vida misma esbozo encima como si fuera un lienzo. El lienzo como el diario personal, que da fe de la adversidad de luchas, caídas y esfuerzos de batallas perdidas y ganadas…
“Al fin y al cabo un diamante solo es un pedazo de carbón que ha aguantado la presión”.
Para mí ya eres el mejor ejemplo a seguir, así como estas, en donde estés, y sin importar que elijas ser. Te quiero mucho Viejito, y espero que esta carta ilumine un poco mas tu día, porque de ser así, ya habré cumplido con mi cometido…no te preocupes por el mío, porque ya se ilumino, con solo ver lo grande que puedes ser y lo bien que me hace sentir el saber que eres…
Gracias a Dios,
Mi Padre. (...)
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